Será que aun puede haber belleza sobre la Habana.
Si, hay atardeceres diversos y mágicos sobre la ciudad que ayudan a limpiar el alma de pesares y angustias con sólo levantar la mirada del suelo, más arriba de las calles, de los edificios.
Desde mi balcón se puede ver como Dios pincela el cielo habanero con nubes de colores y formas abstractas.
Al ver estos, un silencio mental embarga.
Olvidamos momentaneamente todo lo que nos preocupa. ¡Que suerte la de ser humanos! Podemos admirar, sorprendernos.
Aunque no sé si mi perro puede entender mucho más que yo lo que le rodea; posiblemente no a los humanos, que no nos entendemos ni a nosotros mismos. Eso pienso sobre todo cuando le hablo y me mira con sus ojos grandes llenos de dudas.